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Foto del escritorFatima Soto

IA actualmente no es tan avanzada, puede decepcionar a usuarios

Las constantes advertencias sobre el poder de la tecnología puede ser publicidad engañosa para los consumidores.

Hace 18 meses fui a una fiesta en San Francisco que se organizó para celebrar la Inteligencia Artificial (IA) generativa como la próxima revolución industrial. El ambiente era alegremente nihilista. La IA estaba a punto de demoler nuestra forma de vida, dijo un asistente a la fiesta. Éramos como granjeros que cuidaban sus cultivos, inconscientes de la maquinaria que estaba en camino de devorarnos a todos.


Sin temor a equivocarse, se puede decir que la IA generativa todavía no llega a devorar gran cosa. Contadores, diseñadores, ingenieros de software, cineastas, intérpretes y todas las demás profesiones a las que se les dijo que esperaran una masacre todavía están empleados. Las elecciones no se han visto obstaculizadas. El mundo sigue girando. Esas primeras advertencias empiezan a sonar como una extraña forma de mercadotecnia.


Silicon Valley suele asociarse con el optimismo. La infatigable sensación de que el mundo está en una trayectoria ascendente es una de las cualidades más adorables del sector de tecnología. Cuando los planes optimistas no se concretan --como la afirmación que hizo Elon Musk de que las naves tripuladas volarían a Marte en 2024, por ejemplo-- el mundo puede extender su gracia. Existe la comprensión de que la ambición optimista es algo bueno.


Pero el optimismo no es la única actitud que California fomenta. En todo el sector de tecnología también hay un contingente que es motivado por el miedo.


En el extremo más pronunciado están los preparacionistas o survivalistas, las personas que se preocupan por el colapso de la sociedad. Para algunos, esto significa comprar tierras en Nueva Zelanda o almacenar agua. Para otros, puede ser una estrategia comercial. La empresa de software y consultoría Palantir es conocida por utilizar las presentaciones de ganancias trimestrales para informar a los inversionistas sobre el potencial de destrucción global. Las reflexiones existenciales se suman a su atractivo. Palantir todavía se describe como “misteriosa” a pesar de ser una compañía pública y tener más de dos décadas de antigüedad.


El alarmismo dirigido a los productos tecnológicos no necesariamente es de poca utilidad. Decir que las redes sociales son adictivas e invasoras de la privacidad puede preocupar a los usuarios, pero no desanima a los anunciantes.


Veamos Facebook. Su cotización en bolsa cayó en 2018 luego de la revelación de que Cambridge Analytica recopilaba los datos de los usuarios y los utilizaba para realizar experimentos que supuestamente alteraban los resultados electorales. No solo se recuperó el precio de las acciones en el espacio de un año, sino que ahora la empresa cotiza con un valor de mercado dos veces más alto. El hecho de que se la considere lo suficientemente poderosa como para afectar a la política mundial hizo que la plataforma pareciera más impresionante, aunque no fuera cierto (todavía no hay muchas pruebas de que la recopilación de datos “psicográficos” influyera en los votantes).


En la IA, los aprensivos encontraron algo en lo que pueden depositar todos sus temores. El año pasado, el propio cofundador de OpenAI, Sam Altman, se unió a un grupo de científicos y otros ejecutivos para firmar una carta en la que se afirmaba que el riesgo de extinción a partir de la IA debería convertirse en una prioridad mundial. Otros líderes del sector pidieron que se suspendiera la investigación durante seis meses debido a los “profundos riesgos para la sociedad y la humanidad”. Goldman Sachs declaró que la tecnología podría automatizar 300 millones de puestos de trabajo de tiempo completo.


Gran parte de esta angustia sin duda es genuina. Pero tiene el efecto secundario de prepararnos para sentirnos asombrados y luego decepcionados por la tecnología. Cuando OpenAI lanzó Sora, que puede generar videos de IA, un crítico lo describió como “un paso más cerca del fin de la realidad misma”. No importa que un cineasta que lo haya usado lo considerara menos impresionante.


Como con cualquier acción de mercadotecnia, las afirmaciones grandilocuentes suelen desmoronarse una vez que las personas prueban las cosas por sí mismas. A medida que la inteligencia artificial generativa llega a nuestras manos -a través de dispositivos, Google Docs o plataformas multimedia- las preguntas sobre si todo esto es publicidad exagerada van en aumento.


Algunos de los primeros productos de consumo disponibles, como el AI clip-on pin de 699 de Humane (un dispositivo ponible que supuestamente podría sustituir a los smartphones), resultan ser poco populares. El sitio web de noticias tecnológicas The Verge informa que en los últimos tres meses, se devolvieron más AI pins de Humane de los que se vendieron.


Los lentes oscuros Ray-Ban AI de Meta recibieron mejores reseñas. Los anteojos pueden decirte lo que estás viendo tomando una foto e identificando el artículo que contiene. Pero esta función, aunque impresionante, no es perfecta. Cuando probé un par, me pareció que la función de altavoz de los auriculares era más útil. El resto de la oficina de San Francisco parecía pensar lo mismo: se probaban los anteojos, los usaban diligentemente para identificar lo que estaban mirando y luego me las devolvían.


Un día, tal vez, los anteojos traduzcan las señales de tráfico, ofrezcan direcciones y ayuden a las personas con problemas de visión. Pero las aplicaciones comerciales de las nuevas tecnologías no son instantáneas. Estamos en la fase inicial, donde las ideas todavía se están probando. La dificultad es conciliar esto con el mensaje de que la tecnología ya es aterradora. Todos tendríamos más paciencia esperando la killer app (aplicación o función indispensable) de la inteligencia artificial si no nos hubieran dicho repetidamente que podría matarnos a todos.


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